¿Acaso no matan a los caballos?

miércoles, 28 de enero de 2009

Considerada hoy día como un clásico de la novela negra, cuesta creer que esta obra, de Horace McCoy, pasara desapercibida tras su publicación, en 1935. La versión cinematográfica que realizó Sidney Pollack en Danzad, danzad, malditos, fue la ocasión para que los críticos repararan en ella, llegando a convertirse más tarde en novela de culto para los existencialistas franceses.

El libro es un retrato realista y descarnado de la sociedad americana de los años 30, en plena Depresión. Casi toda la historia transcurre en el interior de un salón de baile, donde diferentes parejas compiten hasta la extenuación por alzarse con el premio de resistencia para aquella que más horas consiga mantenerse sobre la pista.

Jóvenes desengañados, matrimonios sin recursos, forajidos de la justicia, marines retirados, aspirantes a actrices, se inscriben en la maratón de baile a cambio de alojamiento y comida diaria y son obligados a moverse sobre sus pies durante días, semanas... interrumpidos por brevísimos períodos de descanso que tienen que saber aprovechar para dormir un poco, asearse y comer. Todo, para conseguir los 1500 dólares del premio.

Pero no olvidemos que se trata de una novela negra, y aunque no encontremos en ella, sin embargo, policías, detectives y demás ingredientes acostumbrados, sí que hay una muerte y un juicio, resueltos ya desde la primera página. De hecho, los diferentes capítulos que recoge el índice al comienzo del libro, forman una frase final que resume todo el proceso.

Respecto al asesinato, -si es que, según descubrimos finalmente, puede llamarse así-, es la consecuencia última en que desemboca el pesimismo latente en toda la obra. Y sucede por mediación de uno de los personajes principales, Gloria, pareja de baile de Robert, quien pese a su ilusión inicial por participar en el baile, a medida que pasan los días siente que aumentan su frustración y su desesperanza ante el futuro, hasta el punto de desear ser eliminada para así "poder acabar con todo". Aunque Robert no comparte su pesimismo, la entenderá muy bien, sin necesidad de más explicaciones, cuando ella le pide que lo haga...

Creo que la novela está muy bien construida, tanto respecto al ritmo de la narración como al peso de la trama en sí, mantenida a través del esfuerzo agónico de los diferentes personajes que juntos, conforman una triste mirada del derrumbe existencial de una sociedad enfrentada a la necesidad de sobrevivir cada día.

McCoy reconstruye a través de situaciones angustiosas y de personajes apenas perfilados pero precisos, las continuas humillaciones a que son sometidos los concursantes por parte de especuladores sin principios, que se sirven de ellos como reclamo publicitario frente a un público tan desengañado y perdido como los propios participantes; un espectáculo malévolo que dará lugar a un final trágico.

Una lectura, por mi parte, muy recomendable.