Aunque hace ya casi una década que el libro electrónico empezó a ser conocido y manejado en nuestro país, aun hoy es bastante habitual escuchar entre lectores con gustos y hábitos de lectura muy diferentes el rechazo que provoca oír siquiera la posibilidad de leer en formato electrónico.
A principios de año supimos que, paradójicamente, Amazon —con un modelo propio de venta y autopublicación de libros electrónicos, pionero a nivel internacional— anunciaba la inauguración de una librería física en la ciudad universitaria de Seattle.

Los sondeos realizados en España por el Ministerio de Educación, cultura y deporte, a través del Observatorio de la Lectura y el libro a editoriales españolas presentes en Liber 2015 coinciden en señalar que el libro digital aun tiene un impacto limitado en sus ventas. Y otro dato: para 8 de cada 10 editoriales, el ebook representa menos del 10% de su facturación. Aunque todas coinciden en admitir que el libro electrónico tendrá un papel creciente en los próximos años, cerca del 14% de las editoriales encuestadas señala que no tiene previsto publicar libros en este formato, al menos a corto plazo.
Si miramos las estadísticas en cuanto al préstamo de libros electrónicos en bibliotecas públicas a través de la plataforma eBiblio, el hecho es que el formato digital supone únicamente un 1% respecto al préstamo presencial.
En mi caso particular, la lectura ocupa una parte importante de mi vida, independientemente del formato en que se me presente. Por eso, ante las nuevas posibilidades que ofrece el libro digital y los portales que lo distribuyen, solo tengo palabras de bienvenida.
Iniciativas públicas, como la mencionada eBiblio —que permite el acceso gratuito a casi 3000 libros a través de múltiples dispositivos: tabletas, teléfonos inteligentes, ordenadores personales o lectores de libros electrónicos— o privadas, como por ejemplo el portal 24 symbols, que ofrece lectura ilimitada a un catálogo amplio, actual y de calidad por menos de 10€ al mes, me parecen un avance muy importante, inimaginable para cualquier aficionado a la lectura hace solo unos pocos años.
Y si nos remitimos a las facilidades respecto a la experiencia de lectura, estas también me parecen obvias y con mucho camino por delante por explorar: las posibilidades que ofrece el uso del hipertexto pueden enriquecer la práctica de la lectura de maneras ilimitadas; la inclusión de diccionarios y traductores, la opción de ampliar nuestro conocimiento o comprensión de lo que estamos leyendo mediante la búsqueda directa en otras fuentes externas —internet—, subrayados, notas, opciones de legibilidad del texto... ¿Se puede pedir más?