Henry James y la creación artística

lunes, 18 de abril de 2016

Leer a Henry James siempre resulta sugerente. Pero si tuviera que elegir de entre sus textos a cuáles acudir a la hora de buscar inspiración,  me quedaría con dos de sus novelas cortas: La lección del maestro y La figura en la alfombra.

Ambas historias parecen haber sido escritas con una misma intención: servir de excusa para reflexionar largamente acerca de algunos de los temas que más importaban a su autor y sobre los que gravita gran parte de su obra: el misterio de la creación artística  literaria y la manera en que arte y vida discurren y confluyen en una misma y única realidad.

En La lección del maestro Henry James nos plantea, por boca de un autor en la cima de la maestría, si es posible compaginar la existencia del artista con todo aquello que da forma a la vida cotidiana: la familia, las preocupaciones diarias, la incertidumbre, la decepción... O si por el contrario, la ambición artística es incompatible con las pasiones y las aspiraciones prácticas.

Lo paradójico del caso es que quien lo dice es un hombre felizmente casado, que parece no haber seguido su propio precepto, pues él mismo ha antepuesto la vida al arte y pese a ello, resulta ser un autor prominente.

El joven escritor que lo escucha, esperando que el maestro le revele el origen de la inspiración, la magia del proceso creativo, está estupefacto, no consigue encajar la discrepancia entre lo que su autor representa para él y para su público y la confesión que el maestro le acaba de hacer.

Sin embargo, es importante destacar únicamente para no desvelar la magia del relato que el maestro no se encuentra en su mejor momento creativo, lo cual es algo que acepta con total resignación; la misma aceptación que continúa no obstante produciendo entre la crítica y sus lectores cada título nuevo suyo que ve la luz.

Como en la mayoría de los relatos jamesianos, la historia se complicará aun más dando forma al misterio, la paradoja por desvelar. Henry James nos lanza burlonamente la cuestión que tanto le interesa a modo de reto intelectual, pero es siempre el lector quien tiene la responsabilidad de desentrañar la clave, la solución que permita correr el velo y ver más allá de las apariencias, de lo evidente.

Henry James no solo es un escritor con una capacidad analítica y descriptiva envidiables para indagar en la realidad y en los mecanismos de la psique humana de la que dan buena muestra los personajes de sus novelas y cuentos. Aparte de sus obras de ficción, dedicó gran parte de su carrera a profundizar en aspectos teóricos y críticos: la defensa del género novelístico, considerada por aquella época algo menor frente a la hegemonía que ocupaban el teatro y la poesía; su rechazo ante la masificación cultural incipiente de finales del siglo XIX; y la labor crítica que ejerció a través de tratados y reseñas literarias, intentando refinar la sensibilidad artística de sus lectores y de los críticos literarios de la época, a los que acusaba de ser demasiado conformistas y de tener poca imaginación.

Todo ello está muy presente en sus libros y de manera explícita en estos dos relatos que nos dan la medida de su exigencia artística y rigor crítico frente a lo que cabe esperar como lectores y críticos de toda obra literaria.

Esto enlaza con el segundo relato, La figura en la alfombra. Las similitudes entre ambas historias son evidentes, aunque, en mi opinión, en La lección del maestro el planteamiento del enigma es más sutil, mientras que en La figura en la alfombra su elaboración es más directa y repetitiva, ensombreciendo en parte la agudeza de sus percepciones.

De nuevo nos encontramos con el autor consagrado que se decide a compartir con el joven acólito parte de su secreto pero solo parte, esa será la cuestión sobre la idea esencial que sirve de inspiración y fundamento de toda su obra, algo sencillo y grande al mismo tiempo y que hasta el momento, ningún crítico literario ha conseguido detectar.

Al igual que en el texto anterior, la intriga está servida, el misterio que se oculta tras las pistas aparentes, que seguimos como lectores con la misma avidez con que lo hacen los protagonistas del relato, solo parecen servir para frustrarnos aún más y aumentar nuestra inquietud.

El hecho de que la explicación de este secreto desemboque en algo innombrable, cuya esencia permanece oculta a ojos de los críticos más avezados y que sea imposible de transmitir cuando finalmente uno de los protagonistas parece haber desentrañado el juego, nos recuerda que el hecho literario, y más concretamente toda creación artística, es en esencia algo mágico e inasible, imposible de definir categóricamente, que nace con una vocación de experiencia compartida, pero que, no obstante, tiene su origen y su razón de ser en el bagaje personal y subjetivo del creador. Como tal, su naturaleza solo puede ser comprendida y asimilada a partir de la experiencia subjetiva e íntima de cada lector.

Editores de texto inteligentes

domingo, 3 de abril de 2016

Cada vez somos más los que por unas causas u otras nos dedicamos habitualmente a escribir o a compartir nuestras reflexiones e intereses a través de las redes sociales. 

Es por ello que, paralelamente a este boom  por la escritura compartida, parece multiplicarse últimamente en el mercado la oferta de herramientas cada vez más potentes y minimalistas, destinadas a conseguir los mejores resultados en la edición de textos y a la vez a evitar distracciones y preocupaciones externas al mero hecho de escribir.

Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, el éxito comercial de estos editores de texto depende más de una buena campaña de marketing, centrada en especular con un sinfín de utilidades y en mitificar la figura del escritor-bloguero, que de la utilidad práctica y real de estas herramientas a la hora de ponerse a escribir.

¿Qué no le puedes pedir a tu editor de textos inteligente, a pesar de que las páginas de los desarrolladores insistan en hacernos creer que con ellos todo es posible?

. Tu editor de textos no te convertirá en un escritor profesional, no hará que tengas ideas más brillantes ni potenciará tu creatividad, tu talento o tus habilidades comunicativas.

. No conseguirá que tengas más clics en tu blog ni que tus ideas se compartan por la red de manera exponencial.

. No hará que el tiempo que le dedicas a escribir se multiplique y sea sustancialmente mayor.

. Si has escrito un libro, has decidido publicarlo y has optado por la autoedición, no te servirá por sí solo a la hora de elaborar el producto final.

. No es una herramienta única y definitiva: en el mercado compiten numerosos editores que pese a prometer mucho, son muy similares en cuanto al abanico de posibilidades que incluyen.

Entonces, ¿Qué utilidades ofrecen realmente?

En mi opinión, hay algunas ventajas que los hacen aconsejables frente a los editores más tradicionales, si realmente escribes a menudo:

. Un práctico método de organización. En la mayoría de estos editores existe la posibilidad de contar con una única biblioteca donde guardar y estructurar todos tus textos o ideas por grupos y subgrupos, que permite un diseño flexible y adaptado a las necesidades particulares.

Por ejemplo, puedes estructurar el proceso de escritura de tu novela a partir de diferentes grupos de información: capítulos, personajes, escenas, tramas, versiones alternativas, etc. O si eres autor de un blog, hacerlo a partir de las entradas por fechas, temas, popularidad u otro tipo de intereses.

Otra herramienta muy útil son los filtros, a partir de los que se puede analizar un determinado grupo de textos y mostrar una lista de aquellos que cumplan los criterios especificados, por ejemplo, una palabra clave.

. Botones de edición de acceso rápido, que permiten alternar estilos, introducir notas, adjuntos y comentarios incluso podemos decidir que no aparezcan en el texto definitivo, si así lo indicamos, programar qué extensión máxima y mínima queremos que tenga nuestro texto, entre otras opciones, de manera rápida e intuitiva.

. Algunos ofrecen también la posibilidad de exportar tus textos en diferentes formatos texto normal, HTML, ePub, PDF, o Docxy configurarlos con diferentes estilos de exportación a partir de un conjunto predefinido de normas de conversión.

Personalmente, el que yo utilizo es Ulysses que además de la feliz coincidencia de compartir nombre con uno de mis gatos— me parece uno de los más completos e intuitivos, y como digo, lo considero una herramienta muy recomendable en caso de que escribas a menudo.