Ricardo Piglia. Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación.

lunes, 17 de octubre de 2016

Los Diarios de Emilio Renzi aúnan en Los años de formación lo mejor y lo peor de esa edad —la adolescencia— en que uno empieza a reconocerse a sí mismo frente al mundo, y todo lo que nos rodea adquiere, para bien o para mal, un carácter epifánico, revelador, sagrado y maldito a la vez.

Quien está detrás de esta voz juvenil, que se abre paso entre los recuerdos para construir la experiencia del pasado, es el autor Ricardo Piglia, que extrae de su nombre completo —Ricardo Emilio Piglia Renzi— el pseudónimo con el que frecuentemente se descubre y se oculta a la vez entre las páginas de sus novelas.

Muchos lectores conocen a Ricardo Piglia por su labor como crítico literario en sus artículos en prensa, en revistas especializadas y en numerosos ensayos. Es también autor de novelas y cuentos, editor y docente.

Nacido en Argentina en 1941, sus primeros años de juventud transcurrieron entre Buenos Aires y Mar del Plata. En esta ciudad empezó en 1958 a escribir sus Diarios, que conforman tres volúmenes: Años de formación abarca la década comprendida entre 1957 y 1967, Los años felices recoge el período que va de 1968 a 1975 y una tercera entrega —de la que ya se conoce su título: Un día en la vida— verá la luz previsiblemente el 2017.

Leyendo los diarios de Ricardo Piglia comprendemos que para el autor la literatura no es un sustituto de la vida, sino la vida misma. Y aquí es quizás donde radica en gran medida el éxito que ha despertado el libro entre la crítica. Bajo la forma de diario el autor enlaza con uno de los temas centrales de la narrativa contemporánea: la búsqueda de la propia identidad. La naturaleza de nuestra existencia es complicada y la literatura nos puede llevar a encontrar un entorno reconocible. Renzi se remonta para ello a los años universitarios y construye, a partir de las experiencias vividas durante la juventud y de su compromiso constante con la creación literaria, su imaginario personal.

A lo largo de todo el tiempo que dura este periplo Renzi se interpela y reflexiona acerca de la propia vida, de la literatura, de la realidad más próxima en la Argentina de aquellos años.

Por otro lado, es esa sensación de inmediatez, la vitalidad textual que transmiten los diarios, lo que hace tan atractiva su lectura, la percepción de que todo cuanto recogen tiene la cualidad de experiencia vivida: la idea intuida al calor de las conversaciones con los amigos, las impresiones que le produce una determinada lectura o una película proyectada en el cine del barrio, la excitación del enamoramiento y el vacío que produce su ausencia, los proyectos en curso... En palabras del propio Renzi:

Alguien hace algo que nadie entiende, un acto que excede la experiencia de todos. Ese acto no dura nada, tiene la cualidad pura de la vida, no es narrativo, pero es lo único que tiene sentido narrar.
Existe, no obstante, una pregunta anterior a todo, la más importante en la historia de la literatura, sin la cual ésta nunca habría arrancado: ¿Por qué escribir? ¿Cómo se hace uno escritor?
¿Cómo se convierte alguien en escritor, o es convertido en escritor? No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro).
Por eso de que no hay escritor que no sea a la vez un ávido lector, las anotaciones de Renzi contienen abundantes referencias a los libros leídos y a los autores que constituían el referente literario para los lectores de la época: desde Borges y Carlos Fuentes, a Sartre y Camus, pasando por la literatura norteamericana —Salinger, Fitzgerald, Truman Capote, Hemingway, Faulkner, Allan Poe—, sin olvidar a los autores rusos —Dostoyevski y Tolstói— ni a su venerado Cesare Pavese, cuyo diario le parece el libro más bello jamás escrito, y al que dedica un capítulo aparte del libro.

Sin embargo, en estos años que Renzi denomina como de formación, se vislumbra ya su vocación crítica que le aleja de la idolatría de los autores de moda y le lleva a registrar las impresiones surgidas al calor de sus lecturas y a comparar la manera de hacer y entender la literatura de unos y otros, constituyendo uno de los ingredientes más sugestivos del libro.
La peste y El oficio de vivir fueron los primeros libros propios, digamos así, y mi último libro lo conseguí ayer a la tarde, fue The BlackEyed Blonde (A Philip Marlowe novel) de Benjamin Black, me lo regaló Giorgio, un amigo. Tenés que escribir algo, me dice, dijo Renzi, es Chandler pero le falta... ¿Qué le falta?, preguntó mi amigo. El touch, pensé, le falta la mugre, como dicen los tangueros cuando un tango está sólo «bien» tocado.
Los diarios no se presentan como una lectura lineal sino de una manera abierta y fragmentaria, similar al fluir de la conciencia: mediante la adición de numerosos recuerdos y de asociaciones encadenadas, discurre la vida. Por eso, en el libro todo tiene cabida: la memoria, la reflexión personal, el ensayo, la crítica literaria, o los diálogos que mantiene Emilio Rinzi con quienes son sus interlocutores más cercanos.

Un libro que recomiendo a quienes les interese conocer más de cerca la obra de Ricardo Piglia, pero sobre todo, cómo se gesta toda una vida dedicada a la literatura.

2 comentarios:

Letraherido dijo...

Nunca he leído nada de este autor, así que empezar con sus memorias sería un poco raro. Pero lo cierto es que me encantan las autobiografías, y la época de la adolescencia sigue interesándome (por mucho que cada año quede más lejana).
Así que lo tendré en cuenta :)
Un abrazo.

Anouka dijo...

Hola. Como comento en la entrada, poder acceder a la manera en que se gesta esa identificación entre literatura y vida, y que se trate además de un autor contemporáneo, es, para mí, un valor añadido del libro y una buena manera de empezar a familiarizarse con el escritor porque nos ayuda a contextualizar su obra, a entender qué hay detrás de sus textos, a qué influencias, obsesiones o motivos responden.
Y luego, si su obra, además, te llega, resulta apasionante. ¡Te lo recomiendo!

¡Saludos!