El retrato de Dorian Gray

martes, 3 de febrero de 2009

Durante la primavera de 1895 tuvo lugar en Old Bailey, el juzgado principal de Londres, uno de los episodios más tristemente célebres en la historia de la literatura inglesa y que más polémica desató entre la sociedad ilustrada y los literatos de la época: los juicios en que se vio envuelto el escritor irlandés Oscar Wilde, a resulta de los cuales el autor fue condenado a dos años de trabajos forzados, tras ser acusado de corrupción y de homosexualidad por su relación sentimental con el joven Douglas O. Linder, 16 años menor que él.

"No hay ningún tipo de obra inmoral, ─afirmó Wilde acerca de El retrato de Dorian Gray, ante las insinuaciones a que fue sometido a lo largo del complicado proceso judicial─, simplemente los libros están bien o mal escritos. La visión del arte de los filisteos es incalculablemente estúpida".

El retrato de Dorian Gray (1890) es la única obra en prosa de Wilde. En un principio fue concebida como una novela por entregas para la revista Lippincott's. Un año después el autor añadió algunos capítulos más y se editó en formato libro.

La recepción de la obra fue tan polémica que Wilde, airado, introdujo asimismo un prefacio dirigido a aquellos que tachaban la novela de perversa y de atentar contra la moral. En dicho prefacio, Wilde, gran exponente del pensamiento esteticista tan presente en todas sus obras, se reafirmó en sus convicciones, lanzando contra sus oponentes una serie de punzantes aforismos en los que defendía la importancia del arte por el arte frente al utilitarismo de la obra artística y la presunción de inocencia moral del artista ante su obra.


Basada en el mito de Fausto, paradigma de la lucha del alma humana entre el bien y el mal, la novela relata el viaje interior de Dorian, joven inocente cuya enigmática belleza parece despertar en los demás las pasiones más elevadas y los instintos más crueles. Consciente de la fugacidad de su juventud y su belleza, expresa desconsolado un deseo: que el tiempo no marque su rostro, sino que sea la imagen en el cuadro para el que sirve de modelo quien acuse sus efectos.

Un día advierte, asombrado, que su anhelo se ha cumplido: mientras él se entrega a sus instintos más egocéntricos y a una vida llena de placer y complacencia, la imagen del cuadro, –reflejo de su propia alma– se deteriora visiblemente con cada perversidad que él comete, quedando sin embargo su rostro libre de los efectos del paso del tiempo y del peso de su conciencia.

Sin embargo, el personaje central de la novela es Lord Henry, –de Mefistófeles– cuya pulsión hedonista es el motor que pone en marcha la historia y desencadena, con su búsqueda exacerbada del placer y sus cínicas sentencias y consejos, el conflicto que conducirá finalmente a Dorian a un desenlace trágico.

Basil, por otra parte, es el autor del cuadro en el que Dorian descubre la belleza de su rostro al igual que Narciso queda absorto ante su propio reflejo sobre el agua.

El retrato se sostiene en gran medida gracias al duelo dialéctico que entablan los personajes entre sí por medio de inteligentes y ácidos diálogos en los que se hacen tan presentes los ideales estéticos del propio Wilde: la experiencia del arte como una forma de vida, el espíritu inquisitivo, la búsqueda de la libertad y de la belleza frente a lo vulgar, la afirmación de la propia individualidad y el distanciamiento de los convencionalismos morales y del dogma.

Sobre la obra, Wilde dijo: "Me temo que es más bien como mi propia vida: todo conversación y nada de acción". Se adelantaba así a la opinión de quienes ven en la novela una concesión excesiva por parte del autor al epigrama, auténticos golpes de ingenio e ironía acerca de temas como las relaciones amorosas, las mujeres, o las normas que rigen en sociedad.

Decía el novelista John Gardner, que el argumento sirve para que los personajes se conozcan a sí mismos. En este sentido, es posible que el lector sienta que éstos resultan algo planos, escondido cada uno tras su discurso como quien enarbola una pancarta.

Dorian se nos representa como una víctima pasiva de Lord Henry. Incluso, en un momento de la lectura, hacia el desenlace final, pudiera parecer que Wilde nos ha escondido información; por eso, cuando de pronto nos enteramos de todas aquellas personas a las que Dorian ha llevado a la fatalidad con su funesta influencia, nos quedamos un tanto perplejos y confusos, pues nada sabíamos de sus correrías y andanzas.

Y es que El retrato hay que entenderlo como lo que es, un cuento moral al estilo de la época, adornado con numerosos elementos de horror gótico, en el que el propósito de Wilde no fue otro que atacar los viejos ideales que definían el gusto artístico y los códigos morales de la encorsetada sociedad victoriana.

En una ocasión, Wilde le comentó por carta a un amigo: “Basil Hallward es quien yo creo ser; Lord Henry, quien los demás piensan que soy; Dorian, quien me gustaría ser en otras épocas".

Pese a las reacciones encarnecidas que provocaba la publicación de sus obras, no todo fueron críticas. Wilde también consiguió rodearse de innumerables admiradores a los que deslumbraba y divertía con sus irónicas invectivas y que lo elevaron a la categoría de icono de la modernidad.

Pero sus libros no sólo hubieron de enfrentarse a los prejuicios morales de su época; su innato talento literario y la magnitud de su obra aún continúan siendo injustamente valorados hoy día. En el libro recientemente publicado, El Marqués y el Sodomita, Merlin Holland, nieto de Oscar Wilde, declara que la sola mención a la figura de su abuelo aún crea resquemores en Inglaterra, más de un siglo después del famoso juicio que acabó con el destierro del autor irlandés.

1 comentario:

Nodicho dijo...

Magnífico post :)

Hace poco hablé de Wilde en mi blog, son geniales sus ideas, aunque a veces extravagantes.

Un saludo!