La vida nunca se detiene. La sala de redacción de un periódico, tampoco. Tom Rachman lo sabe, ha trabajado como corresponsal en diferentes publicaciones y desde diferentes puntos del planeta. Pero lo que más ha despertado la curiosidad entre los críticos y lectores que han leído su libro es cómo, con tan sólo 35 años, se puede escribir con tal dominio acerca del alma humana.
En contraposición al título, Los imperfeccionistas, creo que todo es perfecto en este libro. Y es que leyéndolo te das cuenta de estar ante una autentica obra magna, pese a tratarse de la primera novela que publica su autor.
La narración gira entorno a las vivencias profesionales y privadas de un puñado de empleados que forman parte de la plantilla de un periódico de ambito internacional, en inglés, que se edita desde Roma.
Procedentes principalmente de Estados Unidos, la mayoría han ido recalando en Europa de manera fortuita, reclamados por una oferta de trabajo en alguna publicación local. Todos parecen estar, no obstante, satisfechos de su condición de expatriados, de una vida en perpetuo movimiento. Pocos hablan de sus orígenes y de cuanto dejan atrás.
A medio camino entre el libro de relatos y la novela, cada uno de los capítulos de la obra narra, de manera independiente, las vicisitudes y dramas personales que viven los diferentes empleados.
Paralelamente, se suceden también aquellos dedicados a dar cuenta de los 50 años que dura la publicación del diario: desde el motivo oculto que impulsa al millonario hombre de negocios, Cyrus Ott, a fundar el periódico —y que se revela por sorpresa al final del libro— hasta su declive final, acelerado por la irrupción de los medios digitales.
Como decía, se trata de un libro ambicioso y complejo —pese a no tener más de 350 páginas— en el que cada historia daría en sí misma para escribir una novela aparte. Aunque, tanto por la estructura de éstas, como por el material y la intensidad emocional que encierran, podría decirse que casi son como pequeñas novelas independientes.
Cada una de los relatos es un trozo de vida, un juego de equilibrio en el que sus protagonistas —seres atormentados en su mayoría— luchan por mantenerse en pie, conscientes de que ya no les queda otra opción que reconocer la propia derrota y aun así seguir adelante.
En este sentido, creo que algunos de los personajes que traza Rachman son seres tremendamente valientes, capaces de mirar cara a cara a la vida y de no dejarse vencer por ella. Aunque tras esa mirada solo quepa la desesperanza y la certeza de que se ha llegado al final, a un punto sin retorno.
Rachman consigue hurgar con intensidad en la vida de sus personajes provocando una tensión tal en el lector que, tras la lectura de cada capítulo, se hace necesario parar, reflexionar sobre lo leído, imposible seguir adelante de un tirón.
Por otro lado, si algunas de estas historias parecen tener un final abierto —aunque siempre hay un desenlace inesperado— otras, sin embargo, son cortantes, no dejan lugar a la duda, no hay nada que el lector pueda hacer para librar al personaje de la certeza de su derrota.
Por lo demás, decir que su lectura proporcionará muy buenos momentos a quienes hayan trabajado en el medio y conozcan las luces y sombras de la profesión periodística.
Un libro imprescindible y que deja a su autor, Tom Rachman, en un lugar muy alto. Al parecer, el joven periodista ya está trabajando en una segunda novela; esperemos que con un debut tan brillante, no defraude.
1 comentario:
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